Miembro de la tripulación de una nave que naufragó en el trayecto de Cartagena de Indias a la Habana en 1526, Serrano se salvó gracias a su fortaleza física, llegando a nado, junto con otros dos hombres, a una isla desierta a la que después daría nombre. El paraje estaba en una zona del Caribe seguramente poco conocida antes y, si conocida después, evitada, pues se trata de un enclave de bajíos e islotes arenosos donde es fácil encallar.
Los tres hombres hubieron de luchar a brazo partido por su supervivencia, ya que el islote carecía y carece de lo mínimo vital: no hay aguas dulces ni vegetación apenas, ni otros animales que lagartos y tortugas gigantes que se desplazan lentos bajo el sol abrasador. Allí se las arreglaron los tres náufragos para vivir ocho años, construyendo chozas con trozos de rocas, corales y restos de embarcaciones que las mareas empujaban a las playas. El agua de boca la conseguían de la lluvia tropical que iba a parar a los caparazones de las tortugas puestos con ese fin. Con frecuencia, Serrano debía bucear para arrancar al mar los alimentos imprescindibles. Fuego hacían, como los paleolíticos, chocando pedernales y así además formaban humaredas que llamaran la atención de los barcos que pudieran rescatarles.
Dentro de dos meses, –escribe Garcilaso de la Vega el Inca, el primero que dio cuenta de esta odisea en sus “Comentarios reales”– y aún antes, se vio cómo nació, porque con las muchas aguas, calor y humedad de la región se pudrió la poca ropa que tenía.
Aún llegaron otros náufragos a la isla, y Garcilaso refiere que en una ocasión Serrano provocó el pánico de uno de ellos cuando le divisó greñudo y sucio. “No huyáis, hermano, de mi, –le dijo Serrano–, que soy cristiano como vos”. Y luego se santiguó y dijo a voces el credo, para tranquilizarle.
Así aguantó Serrano ocho años, hasta que le recogió un barco de paso. Los demás compañeros de la isla habían muerto y sólo sobrevivió él para contar su historia en España y otros lugares de Europa, donde gozó de cierta difusión.
Hoy Serrana es un arrecife rodeado de bajíos (uno de ellos denominado Serranilla) con un faro, hace tiempo deshabitado, que aún se mantiene en pie. Se dice que la zona, por la que a veces se han interesado Panamá, Colombia y Estados Unidos, ha sido lugar de paso o cobijo para contrabandistas, traficantes de droga, pescadores de bogavantes y marines yanquis. Estos últimos usaron la isla en las llamadas “crisis de Cuba" (1960-63), esto es, en los intentos de destruir la revolución cubana por la fuerza.
Al parecer, el propio Serrano dejó su biografía escrita en el archivo de Indias de Sevilla. No hemos tenido ocasión de comprobarlo. Pudiera ser que esta historia, narrada por Garcilaso el Inca bastantes años después, recoja o añada leyendas de viejos lobos de mar deformadas y exageradas por el tiempo. Siendo así, era inevitable el encuentro de este episodio con la gran literatura, que al fin lo vistió con vistosas galas. (Bueno, no tan vistosas, puesto que Serrano/Robinson iba medio desnudo y porque el autor era un estricto puritano). Como es sabido, Daniel Defoe, quien conocía la historia de Serrano y de otros marinos posteriores con peripecias semejantes, la usó como materia básica para su Robinson.
Hay otro Pedro Serrano, también del siglo XVI, canónigo de Alcalá de Henares. Este escribió unos "comentarios al apocalipsis de San Juan” y bautizó al príncipe de las letras españolas, Miguel de Cervantes. Qué casualidad. Del padre del Quijote sabemos que en algún momento de su vida se cruzó con el Serrano náufrago y que por tanto conocía su historia. ¿Cómo no iba a percibir Cervantes lo novelesco de esta?, ¿cómo dudar que él mismo hubiera podido traducir a lo literario semejante relato?... Pero no eran aventuras ni desventuras lo que faltaban en el magín de Cervantes, ni escasearon tampoco en su muy azarosa y no siempre venturosa vida.
He aquí que muchas veces historia y literatura se dan la mano inextricablemente. El Quijote y el Robinson son dos de las obras más leídas en todo el mundo; se dice que solo la Biblia las supera en número de traducciones y ediciones. Pero esa especie de enciclopedia dictada por el Espíritu Santo pertenece a otro género, por mucho que tampoco falten en ella las idas y venidas, las travesías del desierto, los exilios, la dispersión del pueblo favorito por todo el orbe conocido y por conocer…
No solo historia y Literatura se dan la mano.
ResponderEliminarTodo el conocimiento es compartido mediante la escritura.
Estoy leyendo un libro interesantísimo sobre las matemáticas y sus raíces no europeas. Bueno...intentando leer más de los tres capítulos que ya he leído, (por cierto Isabel, espero devolvértelo estas navidades...me falta tiempo.)
Y es curioso que también aparece nombrado en más de una ocasión, el inca Garcilaso de la Vega y sus “Comentarios Reales de los Incas” para explicar las matemáticas en cuerdas: el “quipu” inca y sus complicados nudos.
Así que chicos,
A leer!, aunque sean cómics…,que de todo se aprende.