jueves, 13 de mayo de 2010

LA OVEJA NEGRA


Está muy de moda celebrar los centenarios o aniversarios de poetas y otros artistas en general. No es que me parezca mal, todo lo contrario. Lo que pasa es que una vez leí un breve texto de Monterroso del que me acuerdo en estos casos (bueno, en realidad, cada vez que veo una estatua en un parque me pregunto: "¿qué le harían a este pobre"? Os transcribo el relato a continuación:


En un lejano país existió hace muchos años una Oveja Negra.

Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

La Oveja Negra y demás fábulas (1969), Augusto Monterroso.

5 comentarios:

  1. Lo malo es, Isabel, cuando se erigen estatuas y se cantan poemas a los asesinos y las víctimas permanecen olvidadas. En España sabemos algo de eso. Lo siento, tiendo a pensar las cosas antes en términos históricos que literarios. Pero tú sin duda conoces eso.

    ResponderEliminar
  2. En realidad, Luis, yo creo en la gente. En la gente que cree en lo que trabaja, en la gente que piensa, en la gente con humor, en la gente que respeta a otra gente. No sé mucho sobre ideologías, y mucho menos sobre culpables. Sí he comprobado que víctimas somos de algún modo todos. Y lo pagamos caro. Me gusta la capacidad de Monterosso para hacernos pensar, más que cualquier otra cosa. Cada uno saca sus propias conclusiones.

    ResponderEliminar
  3. Pues te diré, Isabel, por poner un ejemplo, que en Ciudad Rodrigo, ese lugar a donde nos ha llevado el destino a trabajar, hay registrados al menos 60 asesinados durante la última guerra, entre ellos el alcalde y casi todos los concejales de entonces. Las víctimas son muchas más en la comarca circundante, entonces empeñada en una reforma agraria que les sacara del hambre y de la miseria. Gente que seguramente trabajaba, pensaba, tenía humor, como dices, y que, como el Pedro Rojas de César Vallejo, solían "comer/entre las crituras de su carne, asear, pintar/la mesa y vivir dulcemente/en representación de todo el mundo". Y se da el caso de que la mayoría de ellos siguen en fosas comunes faltos de lo más básico que cualquier civilización otorga a sus muertos: unas honras fúnebres y un luto comunitario.

    El año pasado por estas fechas algunos alumnos del Instituto, sin duda inconscientemente, gritaban a mi paso "¡Viva Franco!" y hacían el saludo romano... Para mi fue motivo de profunda tristeza, más que de enfado, pensar que probablemente bastantes de ellos tuvieran entre sus familiares pasados algunas de esas víctimas (y, por qué no decirlo, agunos de los responsables -vamos a evitar la palabra culpables si lo deseas-). Sin duda te parecerá censurable esa conducta, pero si se trata de educar, quizá habrá que empezar a conocer el pasado y a distinguir entre víctimas y victimarios, por más que aquellas tampoco puedan escapar de su condición de responsables si han hecho alguna cosa mal. Y luego pensar de algún modo en la justicia, concepto que se esfuma si decimos que víctimas somos todos y pasamos pensar en otra cosa.
    En el cono sur americano, de donde es Monterosso, el movimiento social de apoyo a las víctimas de las dictaduras -y su reconocimiento público- es mucho más profundo que aquí, aunque el alcance cuantitativo fue bastante menor. No digamos ya en Europa; España sigue sieno "diferente" en muchas cosas, para bien o para mal.

    Dicho esto, quizá lo que ocurre es que estemos hablando de cosas distintas y que cuando usamos palabras como "ovejas negras", "pasar por las armas" o "víctimas" estemos pensando en cosas bastante diferentes. Quizá te he empujado un poco brutalmente desde el Parnaso al charco cenagoso y convulso de la historia. Si es así, espero que me disculpes.

    ResponderEliminar
  4. Sin duda cualquier guerra es terrible, Luis, y cualquier muerte provocada es vergonzosa para la sociedad que la ampara. Creo que nuestro cometido es educar para la paz, el respeto y la tolerancia. Transmitir que en una guerra perdemos todos y todos nos convertimos en víctimas de la barbarie, en monstruos capaces de odiar a nuestros semejantes e incluso de matarlos. No hay razones, ni ideologías que justifiquen a quien asesina.
    Es cierto que hay que conocer la Historia para no repetirla, pero quizá a veces sea necesario dejar a un lado el pasado para olvidar rencores y mirar hacia adelante. No podemos arreglar lo deshecho, ni arrastar el odio pegado a nuestra espalda. Los alumnos necesitan información y educación en el respeto a los demás.
    Te diré que yo no vivo en ningún parnaso (lo pongo con minúsculas porque últimamente hay muchos, quizá demasiados), vivo en la tierra, donde me ha tocado y donde intento bandear las inclemencias de mi tiempo, cultivar la reflexión y vivir, sin rencor, sin odio, con esperanza.

    ResponderEliminar
  5. Mi intención precisamente con este texto es que todos reflexionemos sobre lo relativo e irónico de la fama. Sobre lo paradójica que es a veces la historia que convierte en héroes alabados a víctimas, "victimarios" o "victimizadores" todos a una. Hacer justicia para mí no es erigir una estatua a quien sufrió; tal vez la justicia pase por un acto de reflexión para crear una sociedad futura con más concordia, o quizá tal vez la justicia sea un término engañoso que se escapa de nuestro alcance y que justifica actos de poder que acaban, paradójicamente, siendo injustos para alguien.

    ResponderEliminar