sábado, 13 de febrero de 2010

¡CARNAVA, CARNAVAL!

El pasado viernes, 12 de febrero, algunos compañeros del IES Tierra (Luz y otros, incluido mi amigo Miguel Ángel de Conserjería) me invitaron a vivir el Viernes de Carnaval en Ciudad Rodrigo. Yo, criada en el Madrid de la transición y llena de asfalto y “civilización” hasta la médula, acepté, en parte por cortesía y en gran parte, movida por la curiosidad y el interés que, bajo mi punto de vista, todo docente debería tener por el entorno en el que trabaja. Tengo que confesar que, a priori, no tengo cultura de toros ni de fiestas populares, aunque en mis ancestros me contaron que la hubo (como en otros ámbitos de distinta jaez que yo nunca he experimentado), pero en mi caso, soy más bien reacia a la fiesta multitudinaria, el desenfreno popular y esas cosas, sobre todo, en temas de toros.

El caso es que, siendo persona, como ya he dicho, poco habituada a socializar en grandes círculos, me sentí gratamente acogida y viví una agradable y divertida tarde.

Mi intención en este comentario no es hacer un alegato en defensa de esta tradición, sólo relativizar determinadas críticas destructivas sobre este evento, que he oído y leído, y destacar que, si bien es verdad que hay determinados hábitos que mejorarían al ser reconducidos (excesivo consumo de alcohol, la peligrosidad taurina en algunos casos...), la fiesta en sí tiene un sentido de cordialidad y humanismo conciliador elogiable: da igual quien seas y de donde vengas, porque, si vienes al carnaval, eres uno más. Conviví con un pueblo unido, alegre, divertido, amable y acogedor (aquí he de mencionar la simpatía de los alumnos con los que me topé).

Doy gracias a mis compañeros y a la familia Marta, en concreto, sobre todo a Pepa, grande, grande y muy especial, por su cálido trato y por regalarnos generosamente una tarde tan divertida y reconfortante, creando un espacio de expansión en un entorno que requiere tanto esfuerzo como es el educativo.

Sin más: ¡Gracias de corazón!

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